viernes, 27 de mayo de 2016

MATEMÁTICA Y LÓGICA


"Históricamente hablando, las matemáticas y la lógica han sido estudios completamente diferentes. La matemática ha estado siempre unida a la ciencia, y a la lógica con los griegos. Pero ambas han evolucionado en los tiempos modernos: la lógica se ha hecho más matemática y la matemática más lógica. La consecuencia es que ahora es completamente imposible trazar una línea divisoria entre las dos; ambas son, efectivamente, una sola cosa. Difieren como un muchacho de un hombre: la lógica es la juventud de la matemática y la matemática la plenitud de la lógica. Esta concepción molesta a los lógicos, quienes, habiendo gastado su tiempo en el estudio de los textos clásicos se encuentran incapaces de seguir un razonamiento simbólico, y a los matemáticos que han aprendido una técnica sin acordarse de preguntar por su significado o justificación. Afortunadamente, ambos tipos van haciéndose cada vez más raros. Tan grande es la parte del trabajo matemático moderno que se lleva a cabo evidentemente en la línea fronteriza de la lógica, y tan gran parte de la lógica moderna se hace simbólica y formalmente, que el estrechísimo parentesco entre matemática y lógica se ha hecho evidente para cualquier estudioso culto. La prueba de su identidad es, desde luego, una cuestión de detalle: partiendo de premisas que solía admitirse generalmente que pertenecían a la lógica y llegando por deducción a resultados que, evidentemente, pertenecen a la matemática, encontramos que no hay punto por donde pueda trazarse una línea tajante que deje a la lógica a la izquierda y la matemática a la derecha. Si todavía hubiese quien no admitiese la identidad de una y otra, podríamos invitarlo a indicar en qué punto de las sucesivas definiciones y deducciones de los Principia Mathematica consideraba que acaba la lógica y empezaba la matemática. Es evidente que cualquier respuesta sería completamente arbitraria.

(…)

"Ciertas características del tema están claras. Para empezar, no trataremos en este tema con objetos particulares ni con propiedades particulares: trataremos formalmente de lo que puede decirse acerca de cualquier cosa o de cualquier propiedad. Estaremos dispuestos a decir que uno y uno son dos, pero no que Sócrates y Platón son dos, porque en nuestra actitud de lógicos, o de matemáticos puros, no hemos oído nunca hablar de Sócrates ni de Platón. Un mundo en el que no hubiera tales individuos continuaría siendo un mundo en el que uno y uno serían dos. Como matemáticos o lógicos puros, no nos queda la posibilidad demencionar cosa alguna, porque, si lo hacemos, introducimos algo no formal y sin interés. Esto se puede aclarar aplicándolo al caso del silogismo. La lógica tradicional dice: “Todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre; luego Sócrates es mortal.” Ahora está claro que lo que queremos afirmar, para empezar, es solamente que las premisas implican la conclusión, no que las premisas y la conclusión sean realmente cierta; incluso la lógica más tradicional señala que la verdad real de las premisas carece de interés para la lógica. De este modo, el primer cambio que habría que hacer en el silogismo tradicional anterior sería el de enunciarlo en esta forma: “Si todos los hombres son mortales y Sócrates es un hombre, entonces Sócrates es mortal”. Podemos observar ahora que lo que trata de comunicar es que este argumento es válido en virtud de su forma, no en virtud de los términos particulares que en él intervienen. SI hubiésemos omitido “Sócrates es un hombre” en nuestra premisa, hubiéramos tenido una argumentación no formal, sólo admisible por ser Sócrates, en realidad, un hombre; en tal caso, no podríamos haber generalizado la argumentación. Pero cuando, como antes, la argumentación es formal, nada depende de los términos que figuran en ella. Podremos así sustituir hombres por a, b por mortales y x por Sócrates, donde a y b sean unas clases cualesquiera y  un individuo. Llegaríamos entonces a la afirmación: “Sean cuales sean los valores que x, a y b puedan tener, si todos los a son b  y x es un a, x será entonces un b”; con otras palabras, “la función proposicional si todo a es b y x es un a, entonces x es un b es cierta siempre”. Aquí tenemos, finalmente, una proposición de la lógica, la única que queda sólo sugerida por la clásica afirmación sobre Sócrates, los hombres y los mortales.

Está claro que, si el razonamiento formal fuese como pretendemos, siempre llegaríamos finalmente, a afirmaciones como la anterior, en donde ninguna cosa ni propiedad real resultan mencionados; esto sucederá por nuestro simple deseo de no gastar el tiempo probando en un caso particular lo que puede probarse en general. Sería ridículo entretenernos en una larga argumentación sobre Sócrates y repetir luego precisamente la misma argumentación sobre Platón. Si nuestro argumento es, por ejemplo, de los que valen para todos los hombres, lo probaremos referido a “x”, con la hipótesis de que “si x es un hombre”. Con esta hipótesis, el argumento conservará su validez hipotética, incluso aunque x no sea un hombre. Pero entonces vemos que nuestra argumentación continúa siendo válida, si, en lugar de suponer que x sea un hombre, suponemos que es un mono, un ganso o un primer ministro. Por consiguiente, no necesitaremos perder el tiempo tomando como premisa “x es un hombre”, sino que tomaremos “x es un a”, donde a será una clase cualquiera de individuos, o “fa”, donde f sea cualquier función proposicional de algún tipo asignado. Así, la ausencia de toda mención de objetos o propiedades particulares en la lógica o en la matemática pura es un resultado necesario del hecho de que su estudio es, como decimos, “puramente formal” (...)"

Bertrand Russell

Introduction to Mathematical Philosophy, Londres: Allen & Unwin; Nueva York; The Macmillan Coo., 1919.